Respondes a cualquiera de mis llamados, pero
especialmente a aquél que, por rutinario, siempre te
asombra,
como a mí tus saltos cuando vuelvo a casa y siento que
todo, hasta la gota que no
deja de caer de la canilla, todo está asombrosamente en su
lugar y todo es distinto.
Igual que tus ladridos recuerdan viejas manadas,
en cada una de mis palabras hablan las multitudes,
pero cada palabra tiene su propia voz e incluso su propio
silencio.
Ya somos inmensos como el mar pero aún podemos ser
más pequeños,
vamos, entonces, éste es tu momento de salir a la calle y,
como todas las noches, recorrer el mundo.
Alberto Szpunberg
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