sábado, 21 de febrero de 2015

Soñar con agua y con fuego

Volverse sabio:
decir dos palabras en lugar de ninguna
y una sola
cuando se escucha más fuerte la voz del abismo.

Recibir el día como una propiedad
y de inmediato devolver esa propiedad
a los que todavía no despertaron.

Observar el río correr dentro del río,
rápido como las nubes, persuasivo como las olas.

Sentir la dureza de la piedra y la docilidad del viento
y saber que ambos son argumentos de Dios.

Porque el viento sube a los techos,
y las ráfagas son montañas
y el cuerpo es una ráfaga que se deja llevar.

Volver al lago donde se hundió la infancia
y ver que en su bosque anegado está tu imagen.

Quizás el polvo sea una maniobra de purificación
en cuyo puente estamos solos, suspendidos.

Dar señales de cuál es el lugar
y al instante borrarlas
porque no son claras ni precisas
y todas conducen a un sitio que no es el lugar,
pero que lo anuncia.

Buscar abrigo en lo invisible y en lo callado,
soñar con agua y con fuego.

Rafael Felipe Oteriño en Viento extranjero, Ediciones del Dock, 2014.




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