martes, 6 de diciembre de 2016

(a las cuatro de la mañana)

Hay horas del día en que siempre son las cuatro de la mañana:
hay días en que todas las horas son las cuatro de la mañana:
hay cuatro de la mañana que abarcan todo el día,
etc.
               Volvamos a empezar:
                                                           son
las cuatro de la mañana y estoy en pie como todos los días:
               voy
al baño, a la cocina: tomo agua: alguien habla, alguien
se ha olvidado las llaves,
oigo un bocinazo en la avenida: podría oír campanadas pero
               eso ya no sucede: en mi infancia
un reloj colgado en la pared daba cuatro campanadas: ¿cuándo
comencé a oír lo que a esta hora pasa? ¿siempre ha sido así?

A las cuatro de la mañana he oído música, motores, sirenas,
               peleas,
sin contar el zumbido interior, y no me quejo:
sobre algo
hay que saber todo
y yo sé todo sobre las cuatro de la mañana.

Bien o mal acompañado, aquí estoy conmigo 
hasta que se deshaga la reunión.

Santiago Sylvester, El que vuelve a ver, Ediciones del Dock, 2016.



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