miércoles, 6 de diciembre de 2017

El aire no vuelve solo de Beatríz Massuco por Ingrid Proietto

“Abrir la grieta y dejar escurrir la palabra”

Les comparto el texto que escribió Ingrid Proietto sobre el libro El aire no vuelve solo de Beatríz Massuco (Discreta Dorotea, 2017).

Durante estos días, mientras pensaba qué decir sobre este libro precioso de Beatriz, también se me dio por pensar, un poco por qué es diciembre y otro poco porque la coyuntura no da respiro, en lo duro que fue este año. Lo difícil y, sobre todo, doloroso. Digo desde lo colectivo. Después, cada uno podrá sumarle lo individual o aquello que sabemos le va pasando a amigos y compañeros que se van quedando sin resto. A partir de eso me di cuenta de que casi las únicas alegrías del 2017, que ni siquiera da para ansiar que se vaya porque sabemos que el 2018 será peor, tuvieron que ver con libros, con presentaciones, con poemas, cuentos, pequeños grandes libros. Entonces, que Beatriz haya querido que yo presente su libro me llenó de felicidad, de esa felicidad genuina, no la que se compra en píldoras en cualquier Farmacity. 
Otra cosa que pensé, y no vayan a creer que pensé mucho más (no me gustaría generar falsas expectativas) es que en otras oportunidades (como 1133) en las que tuve la responsabilidad de presentar libros tenía para leer sus contratapas. Algo desde donde agarrarme para no sentirme a la deriva. Y recordé que muchas veces en reseñas y textos de presentaciones se cita algo dicho en la contratapa del libro en cuestión (siempre quise decir en público el libro en cuestión). Como si se retomara alguna mirada o en algún momento se pudiera hacer pie en aquello que ya enunció otro. Bueno, eso, en este caso, no pudo ser porque la contratapa también la escribí yo. Así que decidí ser tan inmensamente importante como para citarme a mí misma y reírme un rato largo de mis pequeñas desgracias cotidianas. Es por eso que tomé el texto de la contratapa para arrancar esta presentación.  
Antes de eso, una aclaración. Y es que me gusta hablar de los libros desde lo que me provocan o significan. No suelo ponerme a asociar con autores o libros parecidos sino contar lo qué me hizo sentir. Lo que me pasó con este librito todo el tiempo, y es algo que nunca antes me había sucedido, y que tal vez no tenga la menor importancia, es que lo leí con mi propia voz. Necesitaba todo el tiempo ponerle mi voz. Que fuera mío. Apropiármelo. Al fin pude reaccionar y disfrutar de la prosa de Beatriz. Relajarme en su voz. Y viajar. Pero no como quien viaja en esos programas pedorros de minas que van de canje a París y te muestran la moda desde ahí cuando deberían ir a Milán si quieren hacer moda de verdad. Viajar como volar. Como tele transportarse. Como visitar lugares desde la mirada precisa y preciosa de otro que te lleva de la mano. La fantasía de pensar: un día yo quiero hacer este viaje y pasar por los mismos lugares, los mismos sonidos, los mismos olores. Y al rato decir: no sé si haría este viaje, no sé si podría atravesar tantos puentes. 
La contratapa del libro de Beatríz dice (cito): 
“El libro de Massuco es un puente. O dos. Un puñado de encuentros. Retazos de esos encuentros. Lazos. Tropiezos. Espejos donde mirar y reflejarse, aquí y allá. En esos puentes donde allá y acá pueden ser el mismo lugar. O no. ¿Dónde es acá? ¿Dónde es allá? Paisajes. Viajes adentro de otros viajes. Amigas. Mujeres. Mujeres libres y encerradas. Mujeres encerradas dentro de mujeres libres. Postales sueltas. Fotos que atraviesan postales y las convierten en recuerdos de otros viajes. Imágenes. Oportunidad de ser recuerdo antes de ser recuerdo. Palabras que te abren la boca. Tejidos, entramados, rueda de sensaciones. Más puentes. Invisibles, lejanos o al alcance de la mano. 
Presencias. Presencias que están llenas de ausencias. Gestos que buscan palabras. Cadenas, cuerdas: resistencia. Instantes que tejen recuerdos que recuerdan miradas que vuelven a propiciar encuentros”. 
Fin de la cita.  

Todo eso sucede a través del libro que es un viaje compuesto por varios viajes llenos de luces y palabras de colores. ¿Violeta? ¿Amarillo? ¿Verde? ¿Blanco? 
 “Abrir la grieta y dejar escurrir la palabra”, dice Beatriz…. Y yo trato de absorber cada una de esas palabras que salen porque no pueden más de seguir guardadas. 
Me maravillo con frases que podrían estar sueltas y me fascinaría leer igual. Y que se las voy a leer sueltas así las unen ustedes después, luego de comprar el libro, con su propia mirada. 
“En la improvisación se revela el instante” 
El tiempo se detiene. 
Palabras que te abren la boca. 
Pequeños hilitos de plata invisibles. 
El sol es fuego que cae. 
Un puntito en segmento astral. 
También resulta maravilloso ser observadora de un viaje donde las peleas podían ser desde una discusión aguda sobre el matrimonio igualitario (¿sigue o ya lo vetó el mejor equipo de los últimos cincuenta años) hasta un cable que no conecta la televisión en el hotel de Khajuraho que podría ser el de Mar del Plata o el de San Salvador de Jujuy. 
Levantarse en Buenos Aires y atardecer en Dheli, en las brumas de Dheli. Todo en el mismo día. En el mismo instante en que un puente te une con otro puente y otro más. Acostarse a orillas del mar Arábigo y desayunar en Berazategui o Paraná. Despertar con ovejas en los sagrados campos sojeros de Zavalla y atardecer con las vacas sagradas de la India. 
Una amiga y un tío que unen adolescencia con la adultez que ya saluda a una vejez que se despliega. 
Viajar en elefante o en subte. Atravesar el río Paraná o el Ganges. 
Un libro lleno de preguntas: 
¿Dónde están las mujeres en esos horizontes de escasez, aquí y allá? 
¿Cómo veré el cielo después de haber estado en los dos lugares? 
¿Quién tomó la hebra y tejió ese encuentro único? 
¿Cómo será luego, cuando la cotidianeidad porteña, aleje los intensos días de este viaje? Repregunto: ¿Cuál viaje? ¿El del Paraná, el de la India, el de Jujuy? 
¿Los espacios y los tiempos giran y se encuentran en las cartografías para abrirnos sendas en nuestra vejez? 
¿Dónde habrán quedado nuestros pasos, amiga? ¿Ante qué dolor habrán quedado paralizados?  ¿Dónde estarán mujeres y hombres con los que nos hemos mirado, sonreído, hablado? ¿Cómo estarán esas miradas? 
¿Cuántos anhelos habremos compartido con aquellas mujeres encerradas que miraron desde cada jali esas ventanas (son ventanas que no dejan que las mujeres sean vistas) de pequeños espacios marcados por los hombres? ¿Cuántas seguirán encerradas todavía? 



Ruedas de sensaciones con formato libro. Personas que nos atraviesan por unos minutos y nos iluminan caminitos para siempre. La ventana que nos lleva a la tenacidad de la vida. 
Dice la narradora que en la vida y en la muerte hay algo ceremonial y colectivo, aunque sea efímero como un viaje. A eso me aferro con uñas y dientes, con el libro de Beatríz bien cerquita para poder resistir dentro y fuera de la literatura. Parece que termino hablando de mí, pero abro la propuesta para que sean palabras que nos hagan hablar y callar cuando sea preciso a todos y todas. 
En la página 71 Beatríz cita el grafitti que dice “Abrazame hasta que vuelva Cristina”. Pero también recuerda cuerpos y espejos rotos. Laberintos. Una juventud al acecho durante los años de dictadura. Cristina ya volvió, sin embargo, la juventud vuelve a estar acechada. Cuando Beatríz me propuso que hiciera la contratapa de este libro, Santiago Maldonado estaba vivo. Cuando me puse a escribir este texto ya estaba muerto y, mientras lo terminaba, asesinaron por la espalda a Rafita. Los recuerdo ahora y tiendo otro puente que espero sea corto. Para que del acecho solo nos queden los abrazos que nos damos esperando que vuelva. Cristina o el país que vivimos durante doce años. 
Cortes de luz programados en Buenos Aires y en Nepal. Oscuridad aquí y allá. Pero siempre alguien que llega para alumbrar. Dice la narradora que durante los primeros meses después del 24 de marzo del 76 ella pedía que no nos roben la alegría. Que no nos maten la ternura (lo cito de memoria, como me viene a la cabeza en este momento). Y ahora soy yo la que pide que tendamos muchos puentes para lograrlo. Que no nos conviertan en ellos. Que sepamos insiliarnos y encontrarnos en los libros, las miradas y el refugio del encuentro entre pares. Este libro es eso: una hermosa manera de iniciar el viaje hacia la resistencia. 

La Paz Arriba, Diciembre, 2017. 



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