Hay horas del día en que siempre son las cuatro de la
mañana:
hay días en que todas las horas son las cuatro de la mañana:
hay cuatro de la mañana que abarcan todo el día,
etc.
Volvamos
a empezar:
son
las cuatro de la mañana y estoy en pie como todos los días:
voy
al baño, a la cocina: tomo agua: alguien habla, alguien
se ha olvidado las llaves,
oigo un bocinazo en la avenida: podría oír campanadas pero
eso ya
no sucede: en mi infancia
un reloj colgado en la pared daba cuatro campanadas: ¿cuándo
comencé a oír lo que a esta hora pasa? ¿siempre ha sido así?
A las cuatro de la mañana he oído música, motores, sirenas,
peleas,
sin contar el zumbido interior, y no me quejo:
sobre algo
hay que saber todo
y yo sé todo sobre las cuatro de la mañana.
Bien o mal acompañado, aquí estoy conmigo
hasta que se deshaga la reunión.
Santiago Sylvester, El que vuelve a ver, Ediciones del Dock, 2016.
Maestro!
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