de la calle inundada, nosotras empujábamos
con rodillas y pies el agua adversa.
Marrón como un pantano
se llevaba las ramas, la hojarasca
y los cuerpitos tiesos de los sapos.
Qué difícil llegar a casa contra el río
improvisado por el temporal
gota por gota,
dos cuadras en su vientre de lluvia eran
un camino infinito
y la luna, un gran ojo.
Hermana, con el gesto inocente del amor
secaste mis mejillas esa noche
con palma empapadas.
El ojo de mármol, 2017. |
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