lunes, 15 de septiembre de 2014

El ascensor de hiedra

Dicen los insectos sensatos y sensibles
que las paredes y los grandes
muros son apenas un hálito vehemente
conjurando la nada, el infinito.
Por esos ladrillos del no ser
ascienden, como habitáculos
de furia, los cuerpos corrompidos
de las palabras. ¿Quién me impuso,
rasgando mi inocencia animal
en el sillar de mi hondura biológica,
esta ascensión conjetural?
Sólo lo vacuo que adviene
de lo alto, que adviene y obstina
(huracán espiralante)
la masa de los bienes creados,
la caída en la plenitud
de lo oscuro, llamada, 
a veces, vida.

Aldo Oliva

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