Desde que me quitaste
tu cuerpo,
sin saber qué quitabas,
hay más tiempo
en el cielo
y una mancha de sangre
en el cabo
de mi hacha.
Hacho pisando hojas,
me desnudan y bañan
en un patio de estancia.
La vida es una larga
pileta con violetas,
una pileta en forma
de cruz
que se cubría
y que cubría el campo
de violetas.
Ya no grito tu nombre
cuando sueño
que he perdido las botas
o que muero.
Ahora las busco solo
por el suelo
como cuando buscaba
gateando mis soldados.
Y cuando sueño que te vas
no grito
pero salgo a buscarte
y llego tarde
y me enferma tu tiempo.
En el sueño es verano;
la mañana es de invierno.
Héctor Viel Temperley |
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