abierta en marzo y ya perfecta el tres de abril
que engarza en su corona el rocío sutil
de la noche de otoño y huele dulcemente
como una niña esquiva tras la celosía
última del verano que así ofreciéndola
parece haber guardado su primicia y no
su despedida en el fulgor donde se cierra
ahora con el oro de otra edad mientras ella
es un milagro en rosa en pétalos de nácar
abriéndose a destiempo y asomada sola
en la ventana para hacernos imposible
no rendirnos a su frágil sortilegio
Diana Bellessi |
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