Este es el mundo en que vivimos
los mendigos buenos aires siglo veinte
junto al humo descalzo
flotando sin alas sobre los techos
efímeros como pastillas de chocolate
inútiles como pájaros huecos.
Estos son nuestros rostros que se caen a pedazos
mientras el sol emigra cansado de mirarnos
y el frío nos celebra con su fiesta de muerte.
Pero yo no quiero este sino de espantapájaros:
mi olfato busca afanoso el olor de la alegría
y mi piel se agranda cuando digo amor.
Un verso puede ser el mejor mantra/ que repetís como una plegaria/ cuando la poesía pasa.
martes, 28 de noviembre de 2017
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