En este libro audaz y punzante que ha escrito Mariana Vacs,
brillan algunos poemas como luces salvajes en la noche: “los libros que
enterramos / en la oscuridad de la patria. / No queríamos perderlos / y se
convirtieron en abono. // El suelo argentino sabe más de lo que dice”. Poemas
de extrema transparencia y simpleza donde vuela alto la ironía y reluce un
elemento sustancial: estos poemas piensan y no tratan de ocultarlo. Piensan en
la brevedad de la forma poética (como en Saludar
al cielo, Reencuentros o Mi madre y el río) y en la extensión
desplegada (como en Bulgaria, 1947, Oclusión, o Trampas de la verdad). Pensamiento que se detiene un instante e ilumina
lo real antes de volverse retórica: rareza de la poesía. Y es lo que me emociona
en este libro de Mariana Vacs. Vaya como ejemplo un pequeño y hermoso poema: “Cárceles // ¿Tienen pared los océanos? /
La orca se pregunta encerrada / en un acuario. // El vidrio es una cárcel
transparente / donde no hay más allá. // Dentro o fuera. No hay diferencias. /
La pregunta solo intensifica / el precio del saber”.
Esto que se pregunta la orca es lo mismo que Mariana Vacs se
pregunta en este libro. “La oí croar”, dice, (…) “Tal vez esta rana está
esperando su oportunidad”. O en otro poema: “Las sirenas quieren retener mi
camino, son tentadoras, pero yo soy sorda (…) el canto de las sirenas, no me
impide llegar (…) a Ítaca”. Hablar con lo mínimo y sostener sin embargo el pensamiento,
casi fuera del logos y por ende del
lenguaje parece ser la señal que nos envía.
Diana Bellessi (texto contratapa La misma noche de Mariana Vacs).
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